domingo, 2 de enero de 2011

CATEQUISTA

Tenía yo diez años largos cumplidos, cuando nos llegó a Cangas un nuevo sacerdote que revolucionó la población.
Estábamos acostumbrados a D. Antonio, del que solo recuerdo que falleció siendo mayor. Luego D. Amador, de forma provisional,pues era párroco de la población limítrofe.Venía a caballo y también era mayor.
Ambos celebraban las misas dominicales, entierros, bodas y bautizos:nada más. Pero llegó D. Secundino, recien ordenado sacerdote,joven y con muchas ganas de trabajar.
Lo primero que hizo, con el beneplácito de los maestros,fue pasar una vez a la semana , una hora en cada clase; pasado un tiempo, nos hizo como una especie de examen a las más mayores, para ver si estábamos capacitadas para ser catequistas, y bajo su supervisión enseñar a los niños,los domingos por la tarde de cinco a siete, antes del rezo del rosario, que era muy concurrido.
Las primeras comuniones que se celebraron al año siguiente, estando él como párroco,(lo recuerdo porque mi hermana era una de ellas) ya pusimos tres sillas unidas ante la escalinata del altar y cubiertas con una sábana blanca, en la que colocábamos de forma estratégica manojitos de alhelí, allí se arrodillaban por turno el comulgante y sus padres, retornando luego al banco donde estaban el resto de la familia
Nos pasamos el día anterior adornando la iglesia y ensayando la misa que cantamos las niñas mayores de mi escuela ¡ a dos voces! fue todo un éxito.
Luego se sirvió una chocolatada popular en el atrio de la iglesia.
El señor cura empezaba su andadura con buen pie.
Después de la comida con algunos invitados de la familia, nos fuimos a casa de un vecino, el único que tenía un transistor, para escuchar las canciones que le dedicábamos a mi hermana, entonces muy de moda, en la también emisora de moda "Radio Luarca".
Y como dije cuando relaté el recuerdo de mi primera comunión,  que entonces no se hicieron fotos, cuando la de mi hermana si, entonces mis padres le pidieron al fotógrafo que hiciera un trueque poniendo dos vestidos blancos, y en uno de ellos mi cara que era la de una niña de once años.
Al principio me disgusté, luego comprendí, y  años después  agradecí la idea que tuvieron.  La foto verídica es la de mi hermana.

3 comentarios:

  1. muchisimas gracias por compartir tan bellos textos cargados de ternura y sentimiento , un besin muy grande de esta asturiana.

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  2. Tus relatos me siguen gustando mucho,se que esos recuerdos no se borraran nunca de cada una de nosotras,gracias por compartirlos.
    Un abrazo.
    Rosa.

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  3. Loli, los sacerdotes de ahora, los nuevos, creo que no son como los de antes, como este que tú recuerdas... hasta en eso ha cambiado la vida.
    Tampoco las comuniones de ahora son como las de antes!!! Pero a lo mejor nuestros niños de ahora no tendrán esos recuerdos que tenemos nosotras, al menos tú, que ya veo que tienes muy buena memoria!!!
    la foto está genial. Los fotógrafos de antes eran verdaderos artistas!
    Un abrazo
    Conchi

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