miércoles, 24 de noviembre de 2010

MORRIÑA DE MAMÁ

Cuando aún eramos muy pequeñas, mamá bajaba un ratito por la tarde hacerle compañía a la tía Esperanza, y entretener así la tarde  de descanso.
Entre nuestra casa y la de la tía, había un poste  con los cables de la luz, y mi madre tenía que llevarnos a una en cada brazo, para aminorar mis celos. Llegadas a ese punto yo ya me bajaba tranquila, y hacia a pie el resto del camino, que era corto, pero es que los brazos de mi madre me sabían a gloria.
Esto en invierno, porque en verano mamá cojía la bici, ponía a mi hermana
pegadita al sillin y a mí detrás, luego se montaba ella y...¡a pedalear! hasta llegar a la cuesta de Chelas; a media cuesta se tenía que bajar, porque no podía seguir pedaleando.
Pero un día, yo quise aligerarle la carga, y me bajé de la bici en marcha; con tan mala suerte , que uno de los tornillos que sujetan el güardabarros trasero me hizo un arañazo bastante profundo,  cuya marca se me quedo durante bastantes años.
En una ocasión quise quedarme en casa de la tía Rosalía hasta el Domingo siguiente, donde todos estaban pendientes de mi, pues mis primos ya tenían entre once y diecisiete años. Al principio todo fue bien, a mí me encantaba hojear las muchas revistas que tenían de países Sudamericanos como Argentina, Cuba, Perú etc. Leía sus constumbres, sus platos típicos, su folklore...me quedaba embelasada contemplando el colorido y la vistosidad de sus trajes típicos.
 Pero un dia...supongo que ya estaría harta de tanta revista( no dejaba de ser una niña de cinco o seis años) y me entraron unas ganas locas de ver a mi madre. Entonces cojí unos prismáticos y me subí al desván, con la esperanza de verla por los aledaños de la casa, recogiéndo la ropa o encerrando a las gallinas o...haciendo por fuera los trabajos de última hora, pero mi deseo no se cumplió. De todas formas, me gustaba quedarme en  casa de los tíos, y lo hacía siempre que me dejaban.
Por cierto, esa primera vez que me quedé aún no hablaba bien, y a mi primo que se llama Prudencio yo le decía Pulencho. Al final los contagié y y todos acabaron llamándole así.
En el centro la tía Rosalia, a la derecha, tía Guillermina, y de blanco,Lilila,
una prima hermana

2 comentarios:

  1. ¡Hola Loli! Espero que esta vez pueda dejarte este comentario a tu entrada que, por cierto, me gustó mucho y me hizo recordar que mi padre también me llevaba atrás en la bici y una vez metí el pie en los radios de la rueda y también me hice bastante daño. Las fotos antiguas son preciosas, haces muy bien en ponerlas en los post.
    La costa de Lugo es preciosa, te lo digo haciendo referencia a tu comentario en el blog de Conchi y, efectivamente hace mucho que no voy por allí, aunque los recuerdos que tengo de los veranos en Foz son estupendos.
    Te seguiré visitando en tu rincón y espero verte también por la "plaza" de Compartiendo.
    Abrazos.

    24 de noviembre de 2010 15:57

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  2. Hola Loli;
    Me gusta mucho como relatas tus vivencias,es algo que queda grabado y difícilmente se olvida,cuando una es pequeña recuerdas las cosas con mucho cariño y más si son familiares,como dice Sabela las fotos antiguas son muy bonitas.
    Me alegra verte por el blog Compartiendo de Conchi.
    Un abrazo.
    Rosa.

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